25.7.18
25 de julio, Santiago Apóstol y fiesta de precepto
Hoy, 25 de julio, celebramos Santiago Apóstol
Fue uno de los doce apóstoles. Nació probablemente en Betsaida (Galilea). Fue hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Juan el Apóstol.
Fue uno de los primeros que recibieron el llamamiento de Jesucristo, cuando estaba pescando en el lago de Genesaret junto a su hermano. Más tarde será llamado a formar parte del más restringido grupo de los Doce. Fue testigo presencial de la resurrección de la hija de Jairo, de la transfiguración de Jesús, de la oración en el Huerto de los Olivos y del último signo realizado por Jesús ya resucitado: su aparición a orillas del lago de Tiberíades y la pesca milagrosa. Tras el Pentecostés (hacia 33 d. C.), cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago habría cruzado el mar Mediterráneo para predicar el Evangelio en España y Portugal. Murió a manos de Herodes Agripa I en Jerusalén entre los años 41 y 44.
El Papa Urbano VIII dictaminó que Santiago Apóstol fuese el Patrón de España, por eso es precepto (vamos, que si sueles ir a Misa los domingos, hoy es una de esas "Fiestas de guardar"). También es patrono del Arma de Caballería, del Ejército de Tierra.
Hoy celebran su santo los que se llamen: Santiago, Jacobo, Iago, Yago, Tiago o Thiago, Diego, Jaime, James, Jim, Jimmy, Jackes, Jacques.
Camino de Santiago
Creado e instaurado después del descubrimiento de las reliquias del Apóstol Santiago a principios del siglo IX, la peregrinación a Compostela se convirtió desde el siglo XI en una de las grandes peregrinaciones, con Jerusalén y Roma.
Puede hacerse a pie (al menos 100km), a caballo (al menos 100km) o en bicicleta (al menos 200km).
Es imprescindible llevar la Credencial del Peregrino debidamente cumplimentada, que nos identifica como peregrinos, y nos permite acceder a los albergues. Más información.
Cuando el 25 de julio cae en domingo, es Año Santo Jubilar Compostelano o Año Santo Jacobeo.
La Indulgencia Plenaria, también conocida como el Jubileo
La Indulgencia es la total remisión ante Dios de la pena temporal debida por los pecados, ya perdonados, concedida por la Iglesia. Puede alcanzarse una vez al día y puede aplicarse por uno mismo o por los fieles difuntos. Para conseguir las Indulgencias del Jubileo, se debe:
1) Visitar la Catedral de Santiago, donde se guardan, custodian y veneran los restos del Apóstol Santiago el Mayor, participando en la Eucaristía o en cualquier otro acto litúrgico, teniendo un momento de oración por las intenciones del Romano Pontífice (Padrenuestro o Credo).
2) Confesión Sacramental. Una misma confesión sirve para alcanzar varias indulgencias. Puede hacerse 15 días antes o después de la visita a la Catedral de Santiago.
3) Comunión Eucarística, para cada una de las indulgencias.
24.7.18
24 de julio, Santa Cristina de Bolsena
Hoy, 24 de julio, celebramos a Santa Cristina de Bolsena
Nació en el s.III. De familia noble, su padre se llamaba Urbano y era gobernador pagano. Inducida a adorar a los dioses paganos, en secreto se hizo cristiana. Al ser descubierta por su padre, este la entregó al juez Juliano tras torturas y castigos para hacerle cambiar de parecer. Murió mártir con tres saetas incrustadas en su cuerpo, siendo enterrada en el castillo de Bolsena.
En la iconografía, esta niña mártir aparece atada a un tronco y atravesada por varias flechas, a modo de San Sebastián femenino.
Se la invoca para proteger el ganado, contra la peste y para solventar riñas familiares, por la crueldad que su padre mostró con ella.
5.7.18
Documental: "Arizmendiarrieta, el hombre cooperativo"
En plena posguerra, un sacerdote vasco y sus alumnos fueron el germen del mayor grupo cooperativo del mundo y un referente humano y empresarial a nivel mundial. Sin moverse de Mondragón (Guipúzcoa, España), José María de Arizmendiarreta creó Fagor, Eroski, o Caja Laboral entre otras muchas empresas e instituciones. Se enfrentó a todos con el único fin de colocar al hombre en el centro de la lógica económica y empresarial.
Sesenta años después, podemos ver este documental sobre Arizmendiarreta y la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo económico, la competitividad y los valores humanistas.
Abajo puedes ver el tráiler, pero si quieres ver el documental, tienes un pase hoy, a las 19:30h, en el Cine Paz, Calle de Fuencarral, 125, 28010 Madrid. Y la semana que viene, aquí.
Sesenta años después, podemos ver este documental sobre Arizmendiarreta y la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo económico, la competitividad y los valores humanistas.
Abajo puedes ver el tráiler, pero si quieres ver el documental, tienes un pase hoy, a las 19:30h, en el Cine Paz, Calle de Fuencarral, 125, 28010 Madrid. Y la semana que viene, aquí.
"Reza por mí", un artículo que se hace viral
Por su interés y relación con este proyecto, compartimos el artículo firmado por Miguel Ángel Robles, publicado en ABC Sevilla el 11 de marzo de 2018 y que se ha compartido en redes sociales hasta hacerse viral. Gracias, @maroblesgomez.
Reza por mí
Rezar es una conversación con los que ya no están, el recuerdo de los que te antecedieron y la oración para seguir su ejemplo. Rezar es pedir por ellos. Y también pedirles a ellos por los que estamos aquí. Es el momento de más calma del día, y, en mi caso, el de primera hora de la mañana, poco más de las seis, y el agua de la ducha caliente cayendo despacio sobre los hombros. Rezar es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de tus abuelos y al tiempo sin tiempo de tu infancia. Es pasar por la Iglesia de San Pedro, de camino al colegio, y rezarle al Cristo de Burgos un Padre Nuestro para que te ayude en los exámenes. Es el refugio del frío, y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria.
Rezar es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo suplanta, porque ya lo dice el refrán: a Dios rogando y con el mazo dando. Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios). Rezar no hace milagros, o sí los hace, eso nunca lo sabremos, pero ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta.
Rezar es decir rezaré por ti y, también, reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad. Rezar es la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo que pudo ser no ha sido. Es vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y celebrar el triunfo con humildad. Rezar es resignación cuando procede, pero también arrebato y pundonor cuando toca. Es buscar las fuerzas si no se tienen y confiar en que las cosas van a ser como deberían ser. Rezar es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir, como en la canción, erguido frente a todo, y es mi padre antes de morir. Rezar es fragilidad y entereza.
Rezar es curar las heridas, restañar los arañazos, superar el daño que te han hecho. Pasar página y empezar de cero. Perdonar las ofensas y también pedir perdón. Y sobre todo tener gratitud. Rezar es dar las gracias por vivir y por lo que la vida te ha dado. Es despertarse con las ilusiones renovadas. Aferrarse desesperadamente a lo inmaterial. Acordarse de lo que de verdad importa, y relativizar todo lo demás. Es establecer las prioridades, poner en orden los papeles de tu mesa, buscar la trascendencia, pensar a lo grande.
Rezar es desconectar y apagar el móvil. Es introspección en la sociedad del exhibicionismo. Es relajarse y calmar los nervios. Y prepararse mentalmente para lo que ha de venir. No es solo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el claro en medio de la espesura. Rezar es razonar, aunque parezca lo más irracional que haya. Es la mente funcionando como cuando juegas un partido de tenis. Es planificar y anticipar las jugadas. Es abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es ansiedad. Y es aburrido en la dictadura de lo divertido.
Rezar es una forma extrema de independencia, una actividad casi contracultural, lo más punki que se puede hacer una tarde de domingo. Es la forma más radical de practicar mindfullness, tan pasada de moda que cualquier día se volverá extraordinariamente cool. Rezar podría computar como horas de trabajo para los empleados públicos, pero no sirve porque es una práctica “antisistema”, sin reconocimiento alguno del establishment. Tan políticamente incorrecta que la gente oculta que reza como esconde la tripa para la foto. Rezar es un placer oculto, que se reserva para la intimidad. Un acto privado, y casi a escondidas, que, cuando se hace acompañado, necesita cierta oscuridad y mucha, mucha, confianza.
Rezar es desnudarse y abrir tu alma a la persona con la que rezas. Y es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que rezan por ti. Rezar es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, que es mucho más que estar solo en su memoria. Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti. ¿Cabe mayor orgullo? ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?
Rezar es tener fe. Tener fe en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos, en tus padres, en Dios. Rezar es la maestría de niños y abuelos. Y es un súper poder que nos predispone al bien. Rezar es creer y ser practicante de un mundo mejor.
Reza por mí
Rezar es una conversación con los que ya no están, el recuerdo de los que te antecedieron y la oración para seguir su ejemplo. Rezar es pedir por ellos. Y también pedirles a ellos por los que estamos aquí. Es el momento de más calma del día, y, en mi caso, el de primera hora de la mañana, poco más de las seis, y el agua de la ducha caliente cayendo despacio sobre los hombros. Rezar es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de tus abuelos y al tiempo sin tiempo de tu infancia. Es pasar por la Iglesia de San Pedro, de camino al colegio, y rezarle al Cristo de Burgos un Padre Nuestro para que te ayude en los exámenes. Es el refugio del frío, y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria.
Rezar es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo suplanta, porque ya lo dice el refrán: a Dios rogando y con el mazo dando. Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios). Rezar no hace milagros, o sí los hace, eso nunca lo sabremos, pero ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta.
Rezar es decir rezaré por ti y, también, reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad. Rezar es la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo que pudo ser no ha sido. Es vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y celebrar el triunfo con humildad. Rezar es resignación cuando procede, pero también arrebato y pundonor cuando toca. Es buscar las fuerzas si no se tienen y confiar en que las cosas van a ser como deberían ser. Rezar es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir, como en la canción, erguido frente a todo, y es mi padre antes de morir. Rezar es fragilidad y entereza.
Rezar es curar las heridas, restañar los arañazos, superar el daño que te han hecho. Pasar página y empezar de cero. Perdonar las ofensas y también pedir perdón. Y sobre todo tener gratitud. Rezar es dar las gracias por vivir y por lo que la vida te ha dado. Es despertarse con las ilusiones renovadas. Aferrarse desesperadamente a lo inmaterial. Acordarse de lo que de verdad importa, y relativizar todo lo demás. Es establecer las prioridades, poner en orden los papeles de tu mesa, buscar la trascendencia, pensar a lo grande.
Rezar es desconectar y apagar el móvil. Es introspección en la sociedad del exhibicionismo. Es relajarse y calmar los nervios. Y prepararse mentalmente para lo que ha de venir. No es solo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el claro en medio de la espesura. Rezar es razonar, aunque parezca lo más irracional que haya. Es la mente funcionando como cuando juegas un partido de tenis. Es planificar y anticipar las jugadas. Es abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es ansiedad. Y es aburrido en la dictadura de lo divertido.
Rezar es una forma extrema de independencia, una actividad casi contracultural, lo más punki que se puede hacer una tarde de domingo. Es la forma más radical de practicar mindfullness, tan pasada de moda que cualquier día se volverá extraordinariamente cool. Rezar podría computar como horas de trabajo para los empleados públicos, pero no sirve porque es una práctica “antisistema”, sin reconocimiento alguno del establishment. Tan políticamente incorrecta que la gente oculta que reza como esconde la tripa para la foto. Rezar es un placer oculto, que se reserva para la intimidad. Un acto privado, y casi a escondidas, que, cuando se hace acompañado, necesita cierta oscuridad y mucha, mucha, confianza.
Rezar es desnudarse y abrir tu alma a la persona con la que rezas. Y es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que rezan por ti. Rezar es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, que es mucho más que estar solo en su memoria. Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti. ¿Cabe mayor orgullo? ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?
Rezar es tener fe. Tener fe en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos, en tus padres, en Dios. Rezar es la maestría de niños y abuelos. Y es un súper poder que nos predispone al bien. Rezar es creer y ser practicante de un mundo mejor.
4.7.18
4 de julio, Santa Isabel de Portugal
4 de julio, Santa Isabel de Portugal
Hoy celebramos a Santa Isabel de Portugal, patrona de los países en guerra, intercesora por la paz.
Nació en 1270, hija de Pedro III de Aragón y nieta de Jaime I el Conquistador, le pusieron Isabel por su abuela Santa Isabel de Hungría. Ya desde muy pequeña mostró una vida de piedad profunda. Casada con Dionisio, rey de Portugal, su matrimonio transcurrió con bastantes dificultades. Su constancia en la oración logró la conversión de su esposo poco antes de morir. Después de enviudar se consagró más plenamente a los necesitados. Se retiró a un Convento de Clarisas hasta su muerte en 1336.
3.7.18
3 de julio, Santo Tomás Apóstol
3 de julio, Santo Tomás Apóstol
Tomás fue judío, pescador de oficio, pero tuvo la bendición de seguir a Cristo, quien lo hizo apóstol el año 31. Aparece con carácter fuerte, decidido, valiente y animoso desde el primer momento. Su fiesta se celebra el día 3 de julio desde el siglo VI, por la fecha del traslado de sus restos a Edesa.
Aunque a Tomás se le anuncia la resurrección de Jesús, se niega a admitirla: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré." Ocho días después, Tomás toca con sus propias manos las heridas de Jesús en las manos y en su costado. Jesús le recrimina haber necesitado ver para creer. Es el más conocido de todos los episodios evangélicos relacionados con el apóstol Tomás.
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