Estaban todos los demonios en un congreso para ver cómo ser más efectivos tentando al ser humano y logrando que rechazara el amor a los demás. Y dice uno:
"Tenemos que conseguir que mientan a la gente!
"Siii, siiii", aclaman todos.
"Y que se crean mejores que los demás!!", añade otro.
"Siii, siiii"
Y así, iban compartiendo ideas animándose entre ellos hasta que dice uno: "eso está bien, pero si queremos llegar a todos, tenemos que decirles que recen por los demás, que sirvan a sus hermanos y tengan una vida piadosa".
Y todos: "Noooo, pero ¿¿qué dices??"
"No he terminado: hay que decirles que todo eso está muy bien, pero que lo hagan MAÑANA".
Efectivamente, a veces tenemos buenas ideas, buenas intenciones, pero por pereza o por cualquier otro motivo, las dejamos de hacer.
De ahí la importancia de confesar también los "pecados de omisión": el bien que he dejado de hacer.
Si fuéramos más conscientes de lo fina que es la línea entre la vida y la muerte, quizá actuaríamos de otra forma, nos enfadaríamos mucho menos y perdonaríamos mucho antes.
"Tenemos que conseguir que mientan a la gente!
"Siii, siiii", aclaman todos.
"Y que se crean mejores que los demás!!", añade otro.
"Siii, siiii"
Y así, iban compartiendo ideas animándose entre ellos hasta que dice uno: "eso está bien, pero si queremos llegar a todos, tenemos que decirles que recen por los demás, que sirvan a sus hermanos y tengan una vida piadosa".
Y todos: "Noooo, pero ¿¿qué dices??"
"No he terminado: hay que decirles que todo eso está muy bien, pero que lo hagan MAÑANA".
Efectivamente, a veces tenemos buenas ideas, buenas intenciones, pero por pereza o por cualquier otro motivo, las dejamos de hacer.
De ahí la importancia de confesar también los "pecados de omisión": el bien que he dejado de hacer.
Si fuéramos más conscientes de lo fina que es la línea entre la vida y la muerte, quizá actuaríamos de otra forma, nos enfadaríamos mucho menos y perdonaríamos mucho antes.